Desde la frontera Rivera Livramento /Roberto Beto Araújo para Diario Uruguay
Dijimos que volvíamos, y volvimos.
No era humo, no, para nada era ilusión.
No era obsesión, era convicción;
No era capricho, era vocación.
Hoy todo comienza de nuevo, la previa, el picar papelito para que en el momento sublime la brisa eleve casi hasta el firmamento un puñado de esperanza que memore y rememore los épicos momentos que escribieron una historia que nos hizo, y hace diferentes.
El desempolvar la bandera, el zurcir la vieja casaca apolillada por tantos años en el fondo de un cajón.
La chorizada de la víspera, para ensayar los cánticos, el nervioso almuerzo esperando con ansiedad el momento tan esperado y postergado.
Y la caravana que siempre nos identificó, desde los lejanos lustros de los cuarenta y cincuenta, hasta la interminable que atravesó el país de sur a norte en el 98.
Claro que han de venir tragos amargos, penales dudosos, pelota que rebota en el palo corre por la línea y sale a su capricho por la lateral, ante el expectante mirar del hincha que no puede creer los caprichos del azar, de eso se trata el fútbol; pero también han de haber de los otros, el “sobrepique” mágico que cae en la punta del botín del nueve, siempre tan oportuno, en esa mágica amalgama entre el balón y el goleador, que sólo los futboleros entendemos, o quizás no entendemos, pero en eso de entender o no entender, los avatares de la lógica y el azar, se define el fútbol, y nosotros somos futboleros.
Dijimos que volvíamos y volvimos, los más viejos lo recuerdan bien, los mas jóvenes que no lo vivieron se ilusionan con poder ver lo que tantas veces escucharon y quieren gozar del privilegio de contarles a los que vendrán lo que vivieron.
Dijimos que volvíamos y volvimos, no era humo, no era obsesión no era capricho, no nada de eso, era compromiso; compromiso generacional que nos obligaba casi que fatalmente.
No fue un logro, era un deber, dijimos que volvíamos y volvimos, ahora todo se resume al sudor de una casaca que ya viene sudada por décadas, y que ciertamente en el chorrear del sudor de los de ahora, se ha de escribir la leyenda siempre nueva y reeditada, que ha de ser recogida por los de mañana, para seguir escribiendo su propia historia, y así de año en año, de década en década cada generación ha de ganarse el derecho sublime de poder decir, yo lo vi, yo le palpité yo estaba allí; hasta la eternidad.
¡Dale Rojo!.
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