MONTEVIDEO ARTE Y PAISAJE. Por Ramón Mérica para Diario Uruguay.
Felisberto prometió estar a las cinco en punto para tomar un café con Paulina Medeiros pero todavía no ha llegado. El que sí ha venido con aire distendido es José Luis Zorrilla, que acaba de comprobar, feliz, el impecable emplazamiento de su bella Fuente de los Atletas, ganadora de un gran premio en París, ahí en el cruce de Gonzalo Ramírez y Joaquín de Salterain, donde no la ve el que no quiere verla. Dicen que los petits fours de la casa son tan provocativos como los de la Confitería del Telégrafo, allá en 25 de Mayo y Juan Carlos Gómez, pero acá en el Retiro hay que agregar el escenario de un gigantesco jardín para uno solo, un jardín inspirado en el Bois de Boulogne por el parisino Charles León Thays pero al servicio de una casa donde el ladrillo visto, los muros encalados, los coronamientos de teja, los faroles y las rejas hablan sin verguenzas de la profunda herencia española.
Mientras uno de los jardineros no cree lo que está viendo, una bellísima señora con sombrero y voilette desciende de una limusina y recibe el besamanos de un hombre tan bello como ella. Esa tarde, Juana de Ibarborou ha invitado a Ramón Novarro (que llegó a Montevideo con el único deseo de conocerla) a compartir un chocolate. Seguramente acompañado con bizcochuelo de anís cortado al bies.
RAMÍREZ ES LO MÁS
Qué mundo post proustiano conoció ese recinto, ese lugar. El Parque Urbano -que en 1917 sería rebautizado como Rodó- nació en esencia en 1896, cuando la estrepitosa quiebra del Banco Nacional del magnate Emilio Reus proporcionó la obtención como pago de deuda por parte de la Junta Económica Administrativa, el municipio de entonces, de tres chacras destinadas por ley a convertirse en parque. Según anotaciones de José Requena y García, director de Paseos y Jardines de entonces, los trabajos se iniciaron entre los años 1900 y 1902, pero la zona ya estaba mostrando la hilacha desde un tiempo atrás.
En un artículo publicado por El Día en esos momentos, se lee:“Para encontrar de tarde a medio Montevideo de bañista y paseantes no hay más que ir a Ramírez. Parece que la gente se ha puesto de acuerdo para que sea la preferida esa linda playa que hace economizar por su situación a las puertas de la ciudad, muchos tiempo y algunos reales”.
No mucho tiempo después, entre 1903 y 1904, según anota el historiador Alfredo Castellanos, “fueron proyectadas, comenzadas y terminadas la construcción de un lago artificial, con isletas y puentes rústicos de imitación, la avenida central de macadam, terraza para música, el castillo sobre el lago, la vaquería para expendio de leche fresca, la plaza de juegos para niños, de acuerdo a delineación proyectada por el Ing. Montero Paullier”.
Acto seguido, en 1905, irrumpe en la historia el eminente Charles León Thays (París, 1849), arquitecto paisajista que dejará su marca para siempre no sólo en el Parque Urbano. El técnico francés delineó avenidas, canteros y seleccionó las especies vegetales del parque Batlle, diseñó la ornamentación de las plazas Independencia y Cagancha y, como si fuera poco, en 1912 proyectó el balneario, luego, barrio de Carrasco. En Buenos Aires, adonde había llegado en 1891, diseñó las plazas de Mayo y del Congreso, los parques Lezama y el Retiro, entre otros ejemplos de una vasta obra. Para el parque Urbano, su ordenación y sus verdores, no dejó de pensar un solo minuto en el Bois Boulogne de su ciudad natal. No era para menos: Montevideo se peraparaba para ser La Petite Tasse d´Argent.
Fotos: Ministerio de diseño
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