VEREDAS CAMINADAS POR RAMON MERICA para Diario Uruguay.
BARRIOS DE MONTEVIDEO. Hoy algunos comentan lo que parece una incongruencia, pero el arroyo Seco existió como tal y era una pequeña corriente de agua, que muchas veces llegaba a secarse, que corría hacia la bahía a la altura de la quinta Muñoz del Campo por la que hoy es la calle Entre Ríos y desembocaba en la misma, a la altura de la calle San Fructuoso.
Respecto a su denominación, dicen los profesores Barrios Pintos y Reyes Abadie en ‘Los barrios de Montevideo’ – IV:
“En la segunda mitad del siglo XVIII y partiendo del portón de San Pedro, se extendían los caminos del Cerrito y del Miguelete que cruzaban el arroyo de este nombre a la altura del Paso Molino, en un ancho de veinte varas. Pero el primer obstáculo que debía cruzar este camino era el del llamado arroyo Seco.
Durante años se aceptó la versión del cronista Isidoro de María de que dicho topónimo derivaba del saladerista y hacendado Juan José Secco. Pero como lo demostraría Juan A. Apolant dicha suposición no corresponde a los hechos. En efecto: la denominación “Arroyo Seco” se encuentra ya en 1756 y 1757, años en que Cosme Álvarez Romero y Francisco Castellano solicitaron terrenos en el “paraje llamado Arroyo Seco” o “frente al arroyo Seco”, o sea en una época en que Juan José era un muchacho y vivía en Buenos Aires.
Por lo demás, la diligencia de toma de posesión a los solicitantes fue practicada por el entonces Alguacil Mayor de la Ciudad, Martín José Artigas, el 6 de mayo de 1758, “en el arroyo nombrado Seco, territorio perteneciente al ejido de esta Ciudad”.
Con la ayuda de los profesores citados y algunas otras fuentes, repasemos algunas fechas que, de alguna manera, hacen a la historia del barrio:
En 1727 las autoridades españolas adjudicaron las primeras chacras sobre el arroyo Miguelete y el camino entre éstas y la ciudad tenía prácticamente el mismo trazado que hoy tiene la Avda. Agraciada.
En ese paraje, Miguel Ryan tenía en 1787 su saladero, uno de los primeros que existieron en el país.
Para 1798 ya se detectaba la presencia de algunos caseríos en las inmediaciones del arroyo Seco.
Probablemente alrededor del año 1800 levantó su residencia el comerciante español Antonio Baltasar Pérez, en la que hoy es esquina de Avda. Agraciada y San Fructuoso.
En junio de 1814 se produce el mayor hito histórico del barrio al firmarse en la capilla de la quinta de Antonio Pérez, hoy declarada Monumento Nacional, la capitulación de las fuerzas españolas que dio por finalizada, después de tres siglos, la dominación del Reino de España en el Río de la Plata.
La propiedad en principio abarcaba varias cuadras de extensión, lindando por los fondos con la casa-quinta Vilardebó, convertida con el tiempo en el conocido Hospital del mismo nombre, mas tarde pasó de mano en mano hasta llegar, a fines del siglo XIX, a dominios de la familia Iglesias Canstatt, quien le cambió la fisonomía, reconstruyéndola en la forma que conservó por años. Por eso durante principios del siglo XX se le conocía en general, por la Quinta de Iglesias.
El barrio Arroyo Seco (Parte II)
Escribe Emilio Carlos Tacconi en un artículo sobre el Arroyo Seco publicado en el almanaque del Banco de Seguros en 1980:
“…Ni tampoco debe olvidarse que fue también allí, en una de sus más antiguas casas residenciales –sita en lo que hoy es Agraciada y San Fructuoso– donde el 20 de junio de 1814 el general Carlos María de Alvear, jefe del ejército sitiador de Montevideo, pactó con los representantes del gobierno español, la capitulación de la Plaza.
Memorable ceremonia por cuanto ella significó el primer gran paso hacia la liberación definitiva de esta tierra de toda hegemonía extranjera.
La firma del acuerdo se celebró en el oratorio público anexo a la mansión, el cual integraba el patrimonio de la misma.
Esa reliquia histórica fue construida alrededor de 1790 por el acaudalado comerciante español Don Antonio Baltasar Pérez –gallego él, de Santiago de Compostela- que la ocupaba en compañía de su esposa, Doña María Cerantes y Pedrera, “nueve hijos, treinta esclavos y veinte peones…”.
En 1852, una vez finalizada la Guerra Grande, el Presidente de la Defensa de Montevideo, D. Joaquín Suárez se retiró a la vida privada a su casa-quinta del paraje montevideano del Arroyo Seco, semi arruinada por la guerra, donde falleció en 1868.
Una ley de 1881 decretó erigirle una estatua, la cual fue alzada en la Plaza Independencia en 1896 y luego trasladada a la actual plaza que lleva su nombre en el solar donde antes asentara su quinta, en una bifurcación de la avenida Agraciada con la avenida hoy llamada Joaquín Suárez.
En 1857 la Junta Económica y Administrativa licitó, junto con el puente sobre el Miguelete en el Paso del Molino, una calzada sobre los arenales del arroyo Seco a la altura de lo que hoy es la Avenida Agraciada. Esto sucedía para facilitar el desplazamiento de los vecinos de Montevideo hacia las chacras del Miguelete buscando un ambiente más saludable porque la fiebre amarilla asolaba la ciudad.
Refiriéndose al aspecto educativo en el barrio, dice Arturo Scarone, en “Efemérides Uruguayas” (Tomo II, pág.136):
“La Sociedad Amigos de la Educación Popular” el día 21 de mayo de 1871, instala una nueva escuela pública gratuita en las proximidades del Arroyo Seco, la que se denomina “Escuela de los Treinta y Tres” y cuya dirección se confía al educacionista José Arimany”.
EL BARRIO ARROYO SECO (Parte III)
En 1872 se licita la construcción de una línea férrea para el transporte de la carne, la cual correría entre los mataderos ubicados en Santiago Vázquez y el barrio de Arroyo Seco, siendo luego remolcados los vagones por caballos y transitando un trayecto netamente tranviario, la empresa se denominó Ferrocarril y Tranvía del Norte. La Estación del Norte en Arroyo Seco, ubicada donde hoy se emplaza el Palacio de la Luz, era la estación Terminal, donde se contaba con vías que permitían desacoplar los vagones tranvía, sobrepasar la locomotora hacia el otro lado y acoplar de a uno los tranvías a los caballos, llevando la carne a ser repartida en los mercados de la ciudad.
El 25 de agosto de 1886, durante la presidencia de Santos, se inauguraría el Colegio Militar, luego Escuela Militar, en un predio situado en la antigua quinta de Casaravilla, calles Agraciada y Corrientes (hoy Gral. Aguilar).
Hacia 1889, la empresa concesionaria del Tranvía Paso del Molino y Cerro necesitó construir un llamado “ramal de escape” que le diera acceso a la estación ubicada en la Av. Agraciada, frente a la intersección con la Av. Rondeau. En pago de tributos por el permiso, la empresa tranviaria se obligó ante el Municipio capitalino a donar los adoquines necesarios para pavimentar el espacio libre allí existente y a costear la instalación de una fuente que obraba en poder de la Junta donada por la compañía de Aguas Corrientes, del mismo estilo que el filántropo inglés Wallace había regalado a la ciudad de París.
La fuente se instaló en la plazuela sita en la intersección de las avenidas Agraciada y Gral. Rondeau y la calle Gral. Aguilar, actualmente denominada “Plaza República de Lituania”. Por esas inexplicables decisiones políticas, esta fuente fue trasladada al Palacio Legislativo primero, para terminar instalada frente al Mercado del Puerto y el barrio perdió uno de sus monumentos característicos.
En el año 1892 fue instituido el primer Jardín de Infantes del Uruguay que comenzó a funcionar en un local pequeño arrendado en la entonces Avda. Agraciada entre Arequita y Marmarajá.
Luego el Jardín se trasladó a una finca lindera y poco tiempo después era objeto de desalojo por su propietario, que proyectaba construir un núcleo de viviendas para alquilar.
EL BARRIO ARROYO SECO (Parte IV)
A raíz del obligado traslado anterior, el Estado había resuelto comprar una parte de la antigua Quinta de Iglesias, sita en el Arroyo Seco y había hecho construir un edificio especialmente adaptado para los fines educativos del Jardín de Infantes, según los planos del Arquitecto Jones Brown, con frente a la calle Gral. Luna Nº 1270 (entonces calle Córdoba) e inaugurado en el año 1903.
El P. Andrés Helbach, poco después de ser nombrado Superior de Montevideo en 1893, inició los trabajos de una nueva iglesia en la calle Tapes. Seis años después, en junio de 1899, fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro, Mons. Isasa bendijo solemnemente la nueva Iglesia.
La misma había sido erigida con el apoyo de una distinguida Comisión de Damas entre las que cabe destacar, por su actividad y generosidad los nombres de Clara Jackson de Heber y Sofía Jackson de Buxareo.
En 1895 la firma “Carrara & Volonté” inaugura un velódromo en el Arroyo Seco en la quinta de la familia Iglesias Canstatt propiedad que, una vez más, seguía oficiando como soporte polideportivo.
Según datos aportados por Ruben Cóppola, el piso era de madera y las curvas peraltadas con una elíptica de 333.33 metros.
En él competían jóvenes de clases acomodadas, afiliados al recientemente creado Club Nacional de Velocipedistas.
Algunos de estos apellidos: Figari, Gracés, Barbieri, Parodi, Cassarino, Arangude, Aguerre, Ferretjan. En general estos deportistas eran hijos de importadores, comerciantes e industriales de buen nivel económico, que les permitía adquirir máquinas artesanales con los últimos adelantos, construidas a pedido.
Los espectáculos que se ofrecían atraían mucho público. La mayoría eran familiares de los competidores que concurrían en carruajes con las vestimentas de la época: rancho de paja para los hombres y vestidos con miriñaque y grandes capelinas para las damas.
Este velódromo fue demolido en 1903 cuándo comenzó a dar pérdidas…
EL BARRIO ARROYO SECO (Parte V)
Los historiadores del cine aseguran que en 1898, un par de años después de la presentación de los hermanos Lumiêre en París, el cine comienza en Uruguay con un primer film: “Carrera de bicicletas en el velódromo de Arroyo Seco”, rodado por el armador catalán Félix Oliver, que fue uno de los primeros en América Latina.
Durante el gobierno de Santos, los hermanos Daniel y Enrique Muñoz fueron obligados a exiliarse en Buenos Aires. Enrique conoció allí a Guma del Campo y poco después se casaron.
Al término de la era militarista volvieron a Montevideo y se instalaron en la quinta familiar del Arroyo Seco con sus cinco hijos.
De la biografía de China Zorrilla, escrita por Diego Fischer surge la siguiente descripción:
“…se instalaron en una gran quinta de la Avenida Agraciada 2704 y Entre Ríos, en el barrio Arroyo Seco, que en la zona se conocía como el Castillo Muñoz. Era una edificación señorial, de tres pisos, con dos torreones y techos de pizarra. Toda su fachada estaba abrazada por una enredadera. La casa principal se erguía en medio de un enorme parque por el que pasaba un arroyo poco caudaloso (el arroyo Seco) que llegaba a inundar parte del jardín luego de una lluvia intensa. Allí llegaron a convivir tres generaciones…”
“…la residencia de los Muñoz era un lugar muy especial; por su arquitectura, sus habitantes y el personal doméstico que allí trabajaba…”
“…había sido diseñada para que los cinco hijos del matrimonio Muñoz-del Campo pudieran seguir viviendo allí una vez que se casaran. El edificio tenía dos torreones, 23 habitaciones, salas y salones por doquier y un enorme subsuelo con ventanas al parque, donde además de la cocina se encontraban las dependencias de servicio…!
José Luis Zorrilla de San Martín fue allí a pedir la mano de Guma Muñoz del Campo, solicitud que contó con la aprobación de Don Enrique Muñoz.
“…el 24 de febrero de 1919, José Luis y Bimba se casaron en una ceremonia religiosa que se llevó a cabo en la quinta de Arroyo Seco y constituyó uno de los acontecimientos sociales de aquel año en Montevideo…”
“…el matrimonio se instaló en el tercer piso del castillo Muñoz, en el torreón derecho…!
Allí nacieron cuatro de sus cinco hijas (la del medio nació en Paris, donde sus padres se radicaron por unos años) y vivieron felices sus años de infancia y pre adolescencia, aunque dudo de que se sintieran integradas al barrio que estaba más allá de la verja de la mansión.
También vivían allí: “…Rafael Muñoz y su esposa Mercedes Arocena… don Enrique Muñoz y doña Guma del Campo…Alberto Muñoz y su esposa Simona Capurro… Enrique hijo y Ercilia Muñoz Nin… Mirta fue la única de los hermanos que no vivió en la quinta de Arroyo Seco…”
“…Ninguno de los que vivieron en esa casa quiso marcharse de ella nunca”.
En 1936 y con diferencia de un par de meses, fallecieron don Enrique Muñoz y su esposa Guma. Al poco tiempo, sus descendientes debieron vender la propiedad para cancelar las deudas que el mantenimiento del castillo había generado.
EL BARRIO ARROYO SECO (Parte VI)
Desde hace más de seis décadas, ese predio está ocupado por el Servicentro Esso de Agraciada y Entre Ríos.
En 1899 se construye la Usina Eléctrica “Santiago Calcagno”, antecesora de la Central Batlle.
El 23 de octubre de 1909, en importante ceremonia oficial, era inaugurada la misma. Las crónicas de la época decían que “la grande y moderna máquina Franco Tosi, de Milán, fue puesta en marcha personalmente por el Sr. Presidente de la República Dr. Claudio Williman”.
Para 1906 la empresa alemana La Transatlántica tomó posesión de la inmensa estación de tranvías que, luego que el sistema tranviario fuera traspasado al Municipio de Montevideo con la creación de AMDET, se conocería como Estación Agraciada.
Dice Tacconi que en ella “trabajaron durante muchos años el vecino Don José Cea, padre del célebre vasco Cea, y otro de los célebres crack de antaño: Felipe Canavesi, el famoso “Ramaseca”.
Para proporcionar energía eléctrica a los tranvías de dicha empresa, se construyó sobre la bahía, en la desembocadura del arroyo Seco, la Usina Eléctrica.
Esta estaba ubicada a la altura de la Rambla Baltasar Brum y la calle San Fructuoso y hasta entrada la década de los 60’, se podía aún ver su estructura, aunque con su inmensa chimenea truncada.
El patricio Joaquín Suárez, desde el pedestal de bronce estatuario, erigido en 1906 en la cresta de la cuchilla zonal, vigila simbólicamente la venerable casona y la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, desde sus altas torres de la calle Tapes, le acerca el sonido litúrgico de sus campanas y la ofrenda de su mensaje espiritual.
Consolidada la independencia patria en 1830, todo el Uruguay crece, avanza, prospera y afirma su personalidad en los distintos órdenes del quehacer nacional.
Arroyo Seco no podía escapar al fenómeno evolutivo general. El martillo del rematador, la cinta métrica del técnico profesional y el protocolo del escribano fueron borrando del mapa las quintas y el ladrillo fue el príncipe del progreso edilicio.
Y de aquel campo de pastoreo o de cultivo agrícola o de prácticas deportivas, con cercos de pita y enhiestos árboles monumentales, el barrio cobró entidad ciudadana con el trazado de calles y aceras, amanzanamiento, espacios libres de uso público, nomenclátor y demás servicios municipales. El dinámico espíritu de Francisco Piria no fue ajeno a esta fecunda etapa de la transformación…”.
Fuente: Raìces
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