VEREDAS CAMINADAS POR RAMÓN MÉRICA PARA DIARIO RUGUAY.
Tiempo de peatonales. Paseos y pasajes empedrados como el camino del infierno.
Ya se sabe: toda obra que implique uso y/o invasión de espacios de uso público, apareja connotaciones de agradecimientos o reprobaciones. Y las peatonales montevideanas no podían escapar a ese escozor colectivo, como bien lo cuentan los responsables de tres de ellas: la del Mercado del Puerto, la de la Universidad y la Barbato, como las llaman familiarmente los habitantes de esta ciudad. Cuando las transite, no deje de pensar en todos los sufrimientos, sudores y lágrimas que ahora dormitan bajo y sobre sus pavimentos.
-¿Usted proyectó y estuvo en el proceso de ejecución de la Peatonal Pérez Castellano, más conocida como de Mercado del Puerto. Qué buscó cuando acometió ese diseño?
-Se ve a las claras que no es una obra de restauración, pero es una obra que tiende a revitalizar un área, y además, contribuye a dar un espacio adecuado de valoración y uso a un lugar donde existe algo tan valioso como el Mercado del Puerto. No se puede dejar de reconocer que los que tuvieron la idea de esa peatonal, la primera que se hizo en el Uruguay, año ochenta y cuatro, fue el Grupo de Estudios Urbanos, uno de cuyos integrantes más notorios era el actual Intendente Arana.
-De todas maneras, sin que estuviera la peatonal, antes del ochenta y cuatro, y con la calle atravesando ese espacio, ya había una suerte de uso público del lugar por la gente que iba al Mercado. Es como que rompía los ojos hacer una peatonal en ese sitio.
-Es cierto. Nosotros entendíamos, a diferencia de lo que opinaban los comerciantes, que el tránsito vehicular y el estacionamiento de los vehículos ahí, atentaban contra un buen uso del edificio.
-¿Costó mucho trabajo convencerlos de lo contrario?
-Le voy a decir la verdad. Nosotros intentamos convencerlos, y solamente los convencimos después que la obra estuvo hecha. Fue una experiencia donde nosotros nos jugamos la ropa, como dicen los españoles, porque la hicimos contra la voluntad de ellos, que pensaban que eso iba a ser nefasto. Tuvieron que reconocer, después que la obra se hizo, y que vieron el buen resultado, inclusive económico, que había sido una buena cosa. Vinieron acá a agradecer y las palabras fueron éstas: que se habían sacado la lotería sin haber comprado el número.
-¿Cuáles fueron las pautas iniciales del proyecto?
-El proyecto consistía en un pavimento único, con un único nivel, unos canteros, unos bancos, los de las viejas plazas, un estrado para usos múltiples: yo pensé que eso iba a ser utilizado por músicos, actores, murgas, pero ahora lo utilizan distintos artesanos. Hay detalles: donde se encuentra el eje principal de la peatonal y el eje principal del Mercado hay un punto; en el encuentro de esos dos ejes nosotros encontramos adecuado poner algo de cierto valor. Y encontramos, frente a unos de los espacios residuales que quedaban frente al Palacio Legislativo, en Sierra y Hocquart, una fuente abandonada. Para mí, esa fuente, es única en el Uruguay. Gente en la que tengo confianza, me ha dicho que estaba instalada en la calle Rondeau, muy cerca de La Paz o Galicia, y servía como bebedero de los caballos del tranvía.
HAY QUE DEJARSE DE TIMIDECES
-¿Y en cuanto al equipamiento?
-Bueno. Se pensó en bancos de plaza, los viejos, puestos de espaldas, de a dos, al centro de la peatonal y en el medio de los canteros, hechos lo suficientemente altos como para que la gente se pudiera sentar en sus bordes, cosa que ocurre.
-Pero los bancos viejos no están…
-¿No están? Es que han pasado algunas cosas bastante difíciles de controlar. Me explico:no se trata solamente de proyectar y diseñar un lugar, sino que hay que prever lo que va a pasar después, cuando esté funcionando. Por ejemplo: se marcó en el pavimento, con diferencia de color, hasta dónde podían llegar las mesas y asientos de los comercios, pero en la realidad han invadido espacios que eran exclusivamente peatonales. Pienso, ahora que me dice que los bancos no están, que allí debe de haber mesas y sillas. A eso hay que agregar el imparable vandalismo que se las agarra con las lámparas y columnas con globos, por no hablar de plantas. Contra eso no se puede.
-¿Cuál es, para usted, el sentido de una peatonal?
-El sentido de una peatonal, por encima de todas las cosas, es privilegiar al peatón como usuario del espacio. O sea: que el protagonista del espacio sea el hombre y no el vehículo. Acá en el Uruguay todavía estamos con ciertas timideces en cuanto al tema de las peatonales, pero habría que tomar más ejemplos europeos, donde se han convertido en soluciones ciertas para el problema del tránsito, sobre todo en lugares, normalmente céntricos, de una altísima concentración vehicular. La que está haciendo punta en el tema es Barcelona.
-¿Cuánto costó?
-No recuerdo exactamente. Puedo decir que una peatonal de ese tipo, cortando un poquito grueso, anda en el orden de los cien mil dólares. Hay que calcular, más o menos, en unos cien mil dólares por cuadra, aproximadamente.
-Si la volviera a diseñar ahora, ¿la haría así como está?
-No… Le haría algunos cambios, no me pregunte cuáles exactamente. Pero lo que si pensaría, es que quizá no la concebiría tanto como una peatonal de pasaje, sino como una gran terraza. Yo creo que valdría la pena ver si no se podría privilegiar el uso estático más que el dinámico.
-Pero eso, de alguna manera, ya está. Se ve mucha más gente sentada comiendo en eso que se ha convertido en una gran plaza gastronómica, que peatones atravesando el pasaje de una punta a otra. Y además el hecho de la mezcla de sus usuarios…
-Claro. Yo considero que ése es el espacio más democrático que hay en esta ciudad, y quizá en el Uruguay. Porque allí no va solamente el empleado a almorzar, van los turistas, los banqueros, los diplomáticos, como que también va gente de pocos recursos, solamente a pasear y quizá a tomarse alguna cañita. Y también creo, y pienso que en este momento lo estamos necesitando, y es muy bueno, ese es un espacio de la tolerancia para todo lo que se haga, y con todo respeto. De alguna manera, es un escenario al que hay que ir conociendo las reglas del juego: un lugar democrático en el que se debe ser tolerante.
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