“La verdadera historia de Frontera”. Capítulo I

Desde Rivera Roberto Beto Araújo para Diario Uruguay.

Frontera siempre fue “polémico”, hace parte su esencia y razón de ser, hay cosas que poco se sabe pero desde el momento mismo de su fundación allá por la década del cuarenta cuando en plena Calle Cuaró se reunieron los vecinos en la vieja casona de La Defensa Pasiva, para darle forma jurídica a la institución se armó el tal quilombo, primero por el nombre después por la camiseta, y no por el color (que ya era cosa laudada) sino por la forma, pues habían algunos que querían que fuera franjeado y otro liso, y se armó lío a tal punto que la asamblea se terminó a las diez de la noche salieron todos a la vereda casi que rascando la cintura para tironear el caronero, y fue allí en la penumbra de la vereda misma de la por entonces polvorienta avenida, que se pusieron de acuerdo, volvieron y el club nació, entre sonrisas y abrazos.

Por eso la otra noche cuando se armó quilombo por el escudo a los que ya peinamos canas, ni ahí de sorpresa, como tampoco nos causó sorpresa cuando todo se arregló, otra vez como aquella lejana noche de la década del cuarenta nos estrechamos en un caluroso abrazo.

Frontera tuvo varios escudos a lo largo de su historia, yo tengo contabilizado siete pero seguro debe haber alguno más en el polvoriento fondo de algún baúl de alguna casa del barrio; y tuvo además varios nombres, desde el primogénito “Fronteras” porque es bueno saber que su primer registro en la liga no fue el clásico “Frontera” como lo conocemos hoy, sino “Fronteras” en plural, sin contar con la denominación formal de “Club Atlético Frontera”, Club Frontera de Futbol” que era el preferido del Viejo Sapo, Club Social y Deportivo Frontera” sin contar el “Frontera Rivera Chico” que no quiero ni mencionar, vaya que me escrachen en algún comunicado, pero lo cierto es que mucha agua corrió debajo del puente antes del modernísimo y universal “Frontera Rivera Renegades FC”, sin olvidarme claro del Frontera Rivera a secas, que dio la vuelta en el Viera la inolvidable tarde de 1998.

Frontera tuvo varios nombres, varias sedes, desde la Parroquia hasta la Cancha de Julio, la de frente a la Plaza, la de la hinchada en la subidita de Cuaró entre Rodó y Sanches, la de Cuaró casi Carámbula donde este escribidor nació, la de la Casa de Roberto, la de Frente al Telégrafo préstamo del Ivo y varias más, según soplaran los vientos del destino.

Pues hemos sido peregrinos desde que nacimos, peregrinos y discutidores; contestatarios según la erudita definición del Padre Silva.

Por eso todo en Frontera genera discusión, pues nacimos discutiendo, debatiendo, discrepando, porque Frontera es un cuerpo vivo y muy sensible, tiene una sensibilidad a flor de piel, somos reactivos al extremo de la pasión más visceral, y eso lejos de avergonzarnos nos enorgullece, nos motiva, nos inspira, porque somos así y así hemos de seguir siendo, desde el lejano ayer como el primogénito “Fronteras” como hoy con el modernísimo “Frontera Rivera Renegades”, así como somos la polémica institucionalizada, siempre tuvimos la extraña capacidad de sorprender, de sorprender y de sorprendernos, siempre fuimos iluminados por figuras esplendorosas que parecen venir de ningún lado, ayer el Ivo, mucho antes el Viejo Sapo y hoy Boris Linares, es que de alguna forma fuimos bautizados con el agua bendita del Padre Silva que imanta y atrae, y eso es más que una virtud una bendición.

Hoy empiezo a cumplir la promesa prometida, la de hacer un libro sobre la verdadera historia de “Frontera”, la voy a escribir en capítulos y publicar por aquí, aunque es mi deseo que alguna vez esta historia pase por la magia de la imprenta y se convierta en libro propiamente dicho.